El
día de ayer leí un artículo escrito por Cecilia Blume titulado “UNA NUEVA
CONTRALORÍA”. Allí la autora señala, con mucho criterio y respeto, que la
Contraloría debería establecer procesos eficientes y útiles para los
funcionarios, privilegiando los resultados y que el control no se pierda en una “maraña de procedimientos menores”.
Se indica que nuestra entidad controladora se ha centrado en perseguir
funcionarios logrando que éstos se paralicen por miedo a la amenaza de tener que
responder acusaciones con su patrimonio. Asimismo, menciona que el Poder
Judicial está dándole la razón a los demandados o denunciados, por lo que la Contraloría
debería revisar lo que hace en lugar de pedir leyes más estrictas.
De otro
lado, el Contralor debería estimar el costo de las denuncias y que los acusados mencionen cuánto han
gastado en el proceso, que alguna consultora haga números y alguna facultad
de derecho ver si puede estimarse el costo a la sociedad y la paralización que esto
acarrea. La doctora Blume concluye, esperanzadoramente, que la Contraloría debe
replantearse y no visualizarse solo como un ente sancionador, sino que debe
constituirse como una herramienta de desarrollo a las Entidades Públicas,
preguntándose finalmente si esto puede ser posible. Dejo el enlace para quienes
quieren leer directamente este interesante – y real – artículo: http://diariocorreo.pe/opinion/noticias/6440351/columnistas/una-nueva-contraloria
Personalmente
no voy a ser tan esperanzador con el tema de la Contraloría; y la razón, como
todos los que han estado en el sector públicos, salvo los auditores, es que quienes
ejercen el control posterior de los actos difícilmente están capacitados para
decidir sobre un hecho concreto. Con este crudo comentario no estoy indicando
que no debe existir un control posterior, pero concuerdo con la doctora Cecilia
Blume en que el actual, el que se practica ahora y el que da resultados – o cree
que da resultados – no es eficiente y el costo de mantenerlo es excesivamente
elevado.
Cómo
podemos cambiar a la Contraloría – y su sistema perverso que incentiva la
inacción o el simple cumplimiento de una disposición, aun cuando ésta resulta
terriblemente perjudicial -, eso es una tarea titánica, pero lo que creo es que
deberíamos comenzar por desterrar ese facilismo creado, inventado e instaurado –
como dogma – por los controladores, de que ellos no pueden hacer gestión, no se
les puede preguntar antes y no participan en ningún procedimiento
administrativo, porque ellos están para controlar. Esa ideas es establecida por
quien sólo tiene por objetivo criticar lo que ha se ha hecho.
Si
no sabes cocinar un lomo saltado cómo pretendes decirle a quien lo hace cómo
hacerlo, no les ha pasado; igual sucede en el ámbito público, quien no hace
gestión o realiza procedimientos administrativos, no puede decirle a terceros
como hacerlo; lo único que puede hacer es repetir como grabadora lo que está en una ley, ley que por cierto es imperfecta. Esto lo señalo porque lo que está escrito en la ley no se cumple
y los problemas operativos o de gestión – que no van a faltar – hacen que los
funcionarios deben decidir por un lado o por el otro; por arriesgarse a la eficiencia o perderse en el cumplimiento de una norma que resulta perjudicial,
mala, ineficiente, y a veces ridícula. Hay una frase tan cierta que siempre la
digo: “Después de la batalla todos son generales”.
De
otro lado, el control preventivo en realidad es un control pervertido porque
las excepciones para las consultas previas son las interpretaciones normativas o
decisiones de gestión, es decir, no puedes preguntar esas dos cosas. Lo
gracioso es que sólo esas dos cosas se hacen en el estado porque las decisiones
pasan por interpretaciones legales del procedimiento y/o decisiones de gestión,
si no puedo preguntar esas dos básicas, mejor no me digas que puedo preguntarte.
Cuando
dicto clases en las universidades – que tengo suerte que me sigan llamando por
las posiciones tan radicales que suelo tener – encuentro respuestas tan ciertas
– no por ello aceptables – como: “Eso hay que decírselo al auditor” o “El
auditor no lo va a entender” o “Prefiero no tener problemas con el auditor” o “Suena
bonito y razonable pero el auditor piensa distinto y él es quien observa”. Si esas
son las premisas que mueven al sector público, es comprensible el hueco en
el que se encuentra nuestra gestión.
He tenido pocos auditores como alumnos, y
la razón es que ellos tienen su propia escuela que dicta cursos, donde lo
anquilosado y el poco económico criterio se va expandiendo y manteniéndose de
generación en generación; así no se va a poder cambiar las cosas, es como una
secta que cuida sus propias reglas y mantienen sus propias taras; y se repite
constantemente las cosas que llega a un punto en que está en la mente de
quienes hacen esta labor; y peor aún, se la creen. Evidentemente nunca me han
llamado a dictar a la Escuela Nacional de Control, y si me invitan sería para
emboscarme y lincharme.
No
digo que no exista corrupción, por supuesto que existe, y bastante, y más en el
tema de la contratación pública, pero los auditores no saben diferenciar lo que
es una decisión eficiente de un tema de corrupción; deciden el cumplimiento
estricto de la norma legal antes de analizar los costos que el cumplimiento
puede generar, y más aún su posición está basada en un solo criterio de
interpretación: El literal. No obstante, para leer una norma y entender una
disposición existen varios métodos de interpretación que son enseñados en las
facultades de derecho, lamentablemente los auditores parece que fueron a una
sola clase; aunque la respuesta puede ser que los auditores no son abogados,
sino que son mayoritariamente contadores. No me imaginaría firmar un reporte de
estados de cuenta o balance general, indicando lo bueno o lo malo de esto, la
razón: no soy contador; aun cuando tenga un equipo de contadores a mi cargo que
me hagan el trabajo. La pregunta que siempre me hice fue por qué el abogado no
es quien firma.
Es
más, los hallazgos – y sus fundamentos -, parecen una repetición de la norma, y
al momento de mantener la observación parece que es un formato pre establecido
donde copian tus argumentos pero terminan diciendo – sin fundamentarlo – que eso
no levanta el hallazgo. Eso es una verdad que se ha mantenido a lo largo de
todos los años, la Contraloría no establece ninguna mejora de procedimiento no
indica – ni por decencia – que la norma debe cambiar porque así como está es
ineficiente e incentiva el incumplimiento. Si te obligan a cruzar por los
puentes peatonales en las carreteras y entre cada puente existen dos
kilómetros, la norma – y la realidad – incentivan su incumplimiento.
Creo
que historias de injusticias por el poco criterio son innumerables y que no se
cuentan porque los afectados aún están en el sector público y, como todo ser
humano, no quieren tener problemas con quienes tienen el poder de manchar el
honor y la reputación de una persona. Tengo varias historias de
personas conocidas o que me han remitido
sus casos donde es increíble el nivel de argumentación o razonamiento para
observar; temas como por ejemplo, que las bases integradas deben estar visadas
por los miembros del comité especial, cosa que no está en la norma, porque
dicha exigencia es para la bases originales antes de su aprobación o temas como
en una Adjudicación Selectiva debe existir un acta de recepción de propuestas,
cuando éstas se entregan por mesa de partes o la que me pasó a mí una vez
cuando se observó que no suscribí contrato en un ítem de una licitación que tenía monto de
una menor cuantía (solo emití orden), el sustento del auditor, (en ese momento
no era expresa la disposición) “la norma
dice que en los procesos de menor cuantía se emiten órdenes, pero no dice que
en los ítems con montos de menor cuantía se puedan emitir órdenes”; aunque no
lo crean esa fue la respuesta del auditor, incluso cuando ya estaba legislado
que para ítems con valor de menor cuantía ni siquiera tenía que presentarse
garantía, bueno, así es nuestro control posterior.
Adicionalmente, recuerdo que
una vez el auditor fue a preguntarme de un tema, amablemente por supuesto, para obtener
información, yo sabía que existía una opinión del CONSUCODE (ahora OSCE) que me
daba la razón, pero me quedé callado y le dije que si él creía que mi decisión
era ilegal debía observarlo; y así lo hizo, y con una argumentación que quien
lo leía hubiese votado por mi prisión efectiva y excomunión, sin proceso previo.
Cuando respondí puse las opiniones del CONSUCODE, y que la decisión era acorde con
el criterio de interpretación (de ese momento) del órgano rector así que el
hallazgo debía ser levantado; cuando conversé con el auditor me dijo que yo lo
había inducido a error y eso no se hace ¿? Evidentemente le dije que él debía
saberlo para hacer bien su trabajo.
Un
elemento adicional que he verificado en los años que estuve en el sector
público, que fueron varios, es que los auditores jamás se meten con los Ministros, Vice
Ministros, Secretarios Generales, Asesores de Gabinete, Jefe de Jurídica (salvo en los de la época de Fujimori, y la razón es el escándalo), sino
que van desde el Jefe de Logística para abajo, hasta llegar al pobre almacenero
que ni cuenta se ha dado que está siendo cuestionado. A veces las órdenes
vienen de arriba y aunque no hayan documentos, uno sabe de donde vienen las
disposiciones; algo así como mañana llega el presidente así que acomoda el
patio con todas las cosas que se necesite o lo está pidiendo el Ministro, donde
manda capitán no gobierna marinero, si el logístico es responsable, quien manda hacerlo debe compartir celda con él, no les parece.
Está
de moda cursos como Gestión Pública, Reforma del Estado y Cambios en la
estructura del Estado, pero jamás he visto al Contralor o a los auditores
asistir a esos diplomados o maestrías, situación que me lleva a concluir, con
suma firmeza y tristeza, que no servirán de nada en este País porque no importa cuántos
profesionales capaces y preparados para los cambios salgan si quien controla
las decisiones después no ha cambiado lo arcaico de su pensamiento esa promoción de buenos
profesionales harán una sola vez lo que aprendieron y al primer hallazgo que se
quede con observación que genere un juicio (civil o penal), volverán a pensar
como mis alumnos de universidad; “Eso suena bien, y está bien, pero el auditor
no lo va a entender”; es el popular principio de "Ensayo - Error" que todo ser humano lo tiene presente.
Una
reforma es integral. El Contralor se jacta de denunciar a diestra y siniestra a
los funcionarios, y dice que está trabajando, hay que preguntarse, como intuyo
lo hace Cecilia Blume, cuántas de esas denuncias están adecuadamente elaboradas
y sustentadas. Es fácil criticar, difícil es actuar.
Saludos.
CIM
1 comentario:
Totalmente de acuerdo con su comentario, a pesar que vengo trabajando en el Sistema Nacional de Control hace ya 12 años, lamentablemnte la CGR se ha convertido en un ente perseguidor de servidores y funcionarios, labor que cumplen a rajatabla los auditores. En tiendo que el OCI debe ser un aliado de la entidad, en el sentido que los informes emitidos por este deben ser herramientas útiles para mejorar la gestión, no para encausar a las personas por razones meramente subjetivas, es lamentable que la mayoría de auditores tengan paradigmas, y piensen unicamente que cuando auditan un hecho algo malo van a encontrar; no me considero auditor, soy abogado, pero siempre he pensado que el SNC debe cambiar radicalmente, ya que como dije debe ser un aliado del Estado para mejorar su gestíón, al final los auditores debemos vender un producto a la entidad no a la CGR, la entidad es nuestro cliente, es a ella a quien debemos facilitarle el trabajo, no servimos a la CGR (aunque los OCI dependen de la CGR) que son sus procedimiento añejos y desfasados lo único que hace es anti control, resultando oneroso para el Estado mantener un sistema que en la practica no funciona,
Atte,
Publicar un comentario